Los sueños giran
6:05 AM, la alarma se activa, BEEP, BEEP, BEEP, todos en la habitación la ignoran, a esta hora es mejor seguir en los sueños que vivir la realidad. BEEP, BEEP, BEEP todos se siguen acomodando en su cama, abrazando la almohada. 6.15 AM la puerta se estrella bruscamente contra la pared, es él, es Charles el encargado de la disciplina y el orden, un camerunés de unos 40 años, 1.80 de estatura, tiene labios grandes y gruesos, una cabeza que recuerda a un kínder sorpresa, manos del tamaño de un libro promedio y unos bíceps y unos tríceps tan grandes que pareciera que le metieron manzanas a cada lado del brazo. Rápidamente los 6 jóvenes intentan abrir sus ojos, ya es muy tarde. “A levantarse, rápido, rápido, ya, ya, ya!” repite charles varias veces mientras golpea con sus enormes manos la pared. No hay respuesta alguna. Charles suspira de rabia, se acerca a las dos camas superiores de un camarote que se conectan en forma de L en la cabecera, violentamente retira las cobijas y se va a guardarlas con llave hasta el día siguiente como castigo. No es la primera ni la última del día, ni del mes, ni del año. Así es con las 6 habitaciones de la pequeña residencia, así también es con el gran ático compartido por unos 27 jóvenes de cada continente del planeta que se ubica encima de la cafetería a solo unos metros de la residencia.
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Esta es la Fundación Marcet, un complejo deportivo fundado en la Avenida Can Marcet en la ciudad de Barcelona. Cuenta con 6 canchas de fútbol de varios tamaños para las diferentes modalidades, fútbol 5, fútbol 7, fútbol 11 y cualquier combinación del imaginario de los deportistas. Limita y comparte estas canchas con el colegio Don Bosco. Fundada en 1978 por Javier Marcet, un catalán que llegó a ser futbolista profesional en reconocidos equipos de La Liga como el R.C.D Espanyol, F.C Barcelona, el Real Madrid C.F. y la Selección Absoluta Española. Fue licenciado en Derecho y en Economía y creó la Fundación Marcet con la idea de desarrollar un método pedagógico innovador para la enseñanza del fútbol, creando jugadores inteligentes, con valores, empleabilidad futura y una solidez y excelencia académica.
Ese es el programa Imerssion, un programa en forma de internado futbolístico, o como ellos lo llaman “Centro deportivo de alto rendimiento” , con una duración de aproximadamente 10 meses en donde participan grandes jóvenes promesas del fútbol de todo el mundo, mexicanos, rusos, kazajistanes, cameruneses, senegaleses, ingleses, australianos, guatemaltecos, hondureños, españoles, peruanos, colombianos, ecuatorianos, chilenos, argentinos, bolivianos y muchos más. Según una investigación hecha en Latino América por el periodista chileno Juan Pablo Meneses y luego publicada en su libro “Niños Futbolistas” solo el 0,1% de los niños logran ser futbolistas profesionales, la gran mayoría de niños que viajan a Europa no llegan a triunfar y quedan atrapados lejos de sus casas, sin plata ni estudios, abandonados por los que los llevaron. “Los niños que quieren ser futbolistas tienen la presión de tener que ser el sustento económico de la familia, no son niños, son trabajadores” dice Meneses.
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Los días en la Fundación empiezan de esa manera, el dolor constante de todos los músculos del cuerpo y el cansancio son los causantes de que cada mañana exista esa batalla. La batalla no es solo en el campo, por ejemplo cada tres días cuando las bolsas de ropa limpia llegan hay que correr como si de un Apocalipsis se tratara, porque es usual que los otros tomen tus pertenencias y se las queden en su búnker para cuando el fin llegue. Similar es la experiencia en el desayuno, es como la selva, sobrevive el más fuerte y en este caso el más madrugador, dormir 10 minutos de más equivale a medio desayuno menos. Jonathan Josué Rubio Toro es hondureño, mide 1.72, tiene unas piernas grandes, gruesas, es orejón y sus dientes delanteros se asemejan a los de un conejo, son lo primero que se ve al verlo sonreír. Llega a la cafetería junto a sus compañeros, y como la dieta lo pide desayuna mucho, muchísimo, pan con mantequilla, cereal con leche, agua, jugo de naranja, frutas, magdalenas (cupcakes) y chocolate con leche.
Los profesores y el presidente del fundación lo descubrieron en una visita a Honduras y decidieron darle una prueba de 3 semanas en Barcelona, donde gracias a su calidad, le ofrecieron la beca completa, una “bendición” como él la llama, pues su familia no puede pagar los altos costos de la vida en Barcelona y la inscripción anual de la fundación que ronda los 20.000 Euros pero incluye estudios, vivienda y comida. Jonathan ha soñado toda su vida con ser profesional y ayudar a su familia, para él el secreto del éxito es esforzarse al máximo y dar el 120% en cada entrenamiento. La intensidad de los entrenamientos varía según el día de la semana. Los lunes por ejemplo luego del desayuno a las 7:15 am hay el primer entrenamiento del día, un poco de físico mezclado con ejercicios con balón, como posesión y definición. Dos horas, el sudor recorre el cuerpo de Jonathan, está exhausto, sin embargo viene la segunda batalla, los estudios. Debido al poco tiempo que hay, él y varios de sus compañeros deben estudiar en una plataforma del Ministerio de Educación de España llamado CIDEAD, estudios a distancia para poder cumplir con otra de sus obligaciones, graduarse.
Llega el almuerzo Jonathan corre, sabe que si no llega rápido el postre se termina, los africanos particularmente se llevan de a 3 o 4 para esconderlos. El almuerzo es un plato enorme de pasta con carne, cubierto de una salsa de tomate y mucho queso, es una montaña, Jonathan sonríe sabe que su cuerpo lo necesita. Ya se viene el segundo entrenamiento del día, lunes de partido. Hay un leve calentamiento y los profesores separan el grupo entre las dos plantillas la A y la B. Jonathan se ubica en el equipo A y empieza de titular, de “10”.
Hace 2 goles, y sale sonriente. Termina su día con una leve cena, pavo y papas al horno y a dormir. Todos los días de la semana son duros, el martes es el que él mas odia. Físico en la piscina 3 horas de natación intensiva, en la tarde físico en la cancha, correr, correr y correr. Los miércoles es el único día en el que puede salir de esta “prisión” (como el la llama en tono de chiste) en la que se encuentra, físico en la playa a las 7:00 de la mañana hasta las 12:00 pm luego el día libre. Pasear un rato, comerse una hamburguesa o una pizza y luego regresar y dormir, esas son sus actividades favoritas. Los jueves y viernes son como el lunes, dos veces futbol, estudios y gimnasio. Los fines de semana no son en familia, son en equipo, partidos, compromisos, descanso.
Esa es su vida, monótona, y solitaria. “Mis compañeros me tratan muy bien, son muy amables, son grandes personas. Somos una familia. Pero si extraño mi casa, es difícil pero bueno estoy cumpliendo mi sueño y le doy gracias a DIOS, él me da la fuerza y todos los días le doy gracias y le pido que cuide a mi familia” dice con la voz entrecortada y lagrimas en los ojos. Y es así, es su sueño, son los sacrificios que vienen con el deporte profesional. Ya lleva un año y su talento es único, lo solicitan varios equipos tanto catalanes, como internacionales. Hoy se levantó con una gran noticia, el presidente de la fundación convocó una reunión, Jonathan acaba de recibir la oferta más grande que podía esperar es del Gil Vicente, club de la segunda división de Portugal. Sin dudarlo dice que sí, “ solo repite gracias DIOS, gracias DIOS” mientras las lágrimas se deslizan sobre sus mejillas. Jonathan hace parte de ese 0.1% de niños que dejan todo atrás por el sueño y lo consigue. La Fundación Marcet es un semillero de grandes talentos en Europa, Jonathan no ha sido ni el primero ni el último en llegar al profesionalismo pero sí es considerado el mejor en pasar por ahí. Hace sus maletas se despide de sus compañeros, mete sus botas de fútbol y con una lagrima cruza la puerta, bendice a todos y da las gracias. Se va y atrás quedan los demás, los que sueñan con ser el próximo Jonathan.