Ronaldinho
Ni houdini ni Copperfield. La magia no sale de un solo sombrero. Sale de tres en una misma jugada. Sale de desaparecer el balón entre las piernas de un rival y teletransportarla al fondo de la red. Es poner de pie a todos los estadios de todos los paises. Desde Brasil a México. Desde Italia hasta España. Es ser aplaudido en la casa del enemigo en la función más esperada del año. La sonrisa imborrable. Ronaldo de Assis Moreira. Nacido en porto alegre ciudad que tiene alegría en su nombre en 1980. Sacó sus primeros conejos de la chistera con la camiseta azul del gremio hasta el año 2000. Emigró a la ciudad del amor a jurarle amor eterno a la pelota. Con la torre Eiffel del lado de su corazón hizo de Ronaldinho su nombre y empezó a enamorar a Francia. Con la verde amarela el color de su bandera se fue a Corea y a Japón a meterle gol a los ingleses y a tocar el cielo con las manos. El mismo cielo que Pelé tenía reservado. En el 2003 se fue a España a la ciudad condal a conquistar a los catalanes. Hizo del Camp Nou su escenario y al ritmo de la samba puso a bailar a un país entero. Su sonrisa se hizo de oro cuando en el 2005 levanto el peso del mundo con sus dos manos. Era el mejor. En el 2006 se casó con la orejona en la ciudad donde se enamoro y su número 10 quedó plasmado para siempre en la historia azulgrana. En el 2008 se fue a la ciudad de la moda a compartir vestuario con los mejores sastres. Pirlo, Inzaghi, Beckham, Zlatan, esta y demás observaron como con su pie derecho y el 80 en su espalda era capaz de romper las leyes de la física. En China derribó la muralla y se colgó la medalla de bronce en su cuello. Había conquistado el mundo. Brasil su casa no se había deleitado todavía. En el 2011 va al club más grande y con el rojo y negro en su cuerpo hipnotizó al cristo redentor desde el Maracaná. Un año después cambió el rojo por el blanco y se unió a atlético mineiro. Defendiendo esos colores se fue a conquistar América el único público que le faltaba y lo consiguió. Contra Olímpia de Paraguay reclamó su trono y se sentó en el Olimpo del fútbol como el dios absoluto. En el 2014 volvió a la tierra renacido en gallo y pisó México como un dios maya o azteca. Fue en ese estadio que dio su mejor exhibición. Como un gallo de pelea noqueó a las Águilas y pasó a la final. Su rival sería tigres y terminaría siendo una presa comida por un depredador más grande. Culminó su historia en el 2015 en el Fluminense y con la verde y roja debutó frente a su madre. Frente al equipo que lo vio nacer, Gremio. El flu se enfermaría y la Luz de Dinho se apagaría poco a poco hasta que el 29 de septiembre de 2015 como una luciérnaga que está muriendo se apago por completo y las sonrisas dejaron de brillar. Para siempre quedará en la tierra el hechizo que dejó y que solo él podrá borrar.